Una reflexión para cada día de Cuaresma: martes 10 de marzo

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En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.

Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.» Mt 23, 1-12

Cuando se redactó este evangelio existía una fuerte polémica entre la comunidad de los cristianos y el grupo de los fariseos. Esto hizo que aparecieran en el texto unos avisos que van más allá de las circunstancias históricas. Estos avisos nos vienen también hoy como anillo al dedo. La autocrítica siempre es un desafío; sin querer queriendo solemos dejar en el tintero lo que más nos molesta.

Así podemos preguntarnos también ahora:

  • Los letrados y los fariseos no hacen lo que dicen, ¿y nosotros?
  • Cargan fardos pesados a la espalda de los demás, ¿y nosotros?
  • Todo lo hacen para llamar la atención y que los alaben, ¿y nosotros?
  • Les gusta ocupar los primeros puestos, ¿y nosotros?
  • Usan los títulos de maestro y padre para estar por encima de los demás, ¿y nosotros?
  • Dice el salmo: ¿Por qué recitas mis preceptos… y te echas a la espalda mis mandatos?

Para acercarnos a Dios en esta Cuaresma te invito a que leas la primera lectura de hoy: “aprended a obrar bien, buscad la justicia, defended al oprimido, sed abogados del huérfano, defensores de la viuda”. Aquí está el camino que nos lleva hasta la verdad de Dios.

“El que sirve y ayuda a los pobres nunca se equivoca en el camino de Dios”, decía con mucha convicción una anciana que ha vivido los duros años de la emigración, cuando los españoles tenían que salir hacia Europa para buscar un futuro. Aquí vivió en carne propia la palabra de Jesús “no sólo de pan vive el hombre”. Su gran corazón y su caridad cristiana le hizo descubrir y ayudar a muchos compatriotas metidos en graves problemas de salud y de abandono.

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