Una reflexión para cada día de Cuaresma: jueves 2 de abril
Dijo Jesús a los judíos: “Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre”. Los judíos le dijeron: “Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre?” ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?” Jesús contestó: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís:
“Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría”. Los judíos le dijeron: “No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?” Jesús les dijo: “Os aseguro que antes de que naciera Abrahán, existo yo”. Entonces agarraron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo. (Jn 8, 51-59)
Jesús les dice claramente a los líderes de la religión de Israel: “No conocéis a Dios” (Jn 8,55). Se puede decir que por el hecho de ser “religioso”, incluso de ser “dirigente religioso”, no por eso se conoce a Dios. La persona religiosa conoce la religión. Pero la religión no es Dios, sino el “medio para relacionarse con Dios”.
Y suele ocurrir que muchas personas se quedan en el camino, pero no llegan al fin. Son los observantes de prácticas, rituales, ceremonias, peregrinaciones, etc. Pero no pasan de eso. Y con ello se dan por satisfechos. Es el gran peligro y engaño que puede llevar consigo la religión.
En contraste con lo dicho, Jesús afirma con fuerza que “conoce al Padre”. Lo repite tres veces (Jn 8,55). Uniendo esta afirmación del conocimiento de Dios con el lecho de cumplir su palabra. Porque lo uno va necesariamente unido con lo otro.
En el tema de Dios, es decisivo tener siempre presente que a Dios se le conoce, no mediante razones y especulaciones, sino mediante hechos concretos: “El que hace lo que el Padre quiere, ese es el que conoce a Dios.” Solo quienes son honrados, bondadosos y compasivos con las personas, esos son los que conocen a Dios.