Una reflexión para cada día de Cuaresma: jueves 26 de marzo
Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí.
Vosotros mandasteis enviados a Juan, y él dio testimonio de la verdad. En cuanto a mí, no es de un hombre del que recibo testimonio; pero digo esto para que vosotros seáis salvos.
Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz.
Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí.
Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que él ha enviado. Vosotros investigáis las Escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres.
Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escri- tos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?» (Juan 5,31-47)
Los fariseos habían leído la Escritura pero no fueron capaces de reconocer a Jesús; no lo reconocieron ni por sus palabras ni por sus obras ni por el testimonio que Juan dio de él; no lo reconocieron en el “aquí y ahora”. Se encontraban “enredados” en torno a los escritos, a la literalidad, a la interpretación, y mientras tanto se les iba la vida, no veían la realidad que tenían delante. Por esta cerrazón “no tenéis en vosotros el amor de Dios”, no son capaces de percibir las señales en Juan ni en Jesús, no pueden ver la luz.
El evangelio de hoy es una llamada a la consciencia, a estar en el “aquí y ahora” de la vida, a vivir pegados a la realidad cotidiana, a profundizar en lo que ocurre dentro y fuera de nosotros sin los filtros de nuestros prejuicios. Una llamada a rescatar nuestra mirada de niños que es capaz de ver con ojos nuevos cada día y dejarse sorprender.
Las lecturas del día nos hablan de la debilidad humana, del pecado, del perdón, de la fidelidad. La historia del pueblo de Israel es nuestra historia de fidelidad e infidelidad. Soy infiel cuando adoro a otros dioses: el dinero, el sexo, la moda, el tener; cuando desato la rabia, el odio, el desprecio, el insulto, cuando saco a Dios de mi vida. Soy fiel, cuando no pierdo mi humanidad, cuando cumplo la misión a la que he sido llamado, cuando soy instrumento de Dios.