Una reflexión para cada día de Cuaresma: jueves 5 de marzo

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“Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre.

¿Acaso alguno de vosotros sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo las dará a quienes se las pidan!

Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas”. (Mt 7, 7-12)

La oración de petición y súplica es una de las manifestaciones más claras y frecuentes que se producen en la experiencia religiosa.

Con frecuencia se puede caer en la tentación de desanimarse en la vida de oración porque no vemos los frutos o no se nos concede aquello que pedimos. Jesús, sin embargo, nos dice todo lo contrario.

El fruto, el éxito y la eficacia de la oración está en la oración misma. Jesús pasaba noches en oración. Y rezó intensamente antes de la pasión y en el momento mismo de morir. El fruto de la oración es la fuerza y la paz del Espíritu. Ese es el pan que el Padre siempre nos da. Porque es el que más necesitamos.

Jesús concluye con el mandamiento del amor. Dios se manifiesta en la humanidad por este único motivo. Nosotros, que hemos sido creados a su imagen y semejanza, se nos invita a vivir este mismo amor de una manera universal, como lo hace Él. Hagamos un esfuerzo especial estos días de cuaresma para amar a ejemplo e imitación de Jesucristo.

Fuente: Sed (Maristas)

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