Una reflexión para cada día de Cuaresma: viernes 6 de marzo
Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: “No mates, pues el que mata será condenado”. Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno.
“Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.
“Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo. (Mt 5,20-26)
El respeto a la vida de todo ser humano es el primer deber que Dios expone en el libro del Éxodo (20,13). Jesús pone este deber como el primero de todos; para Jesús el respeto a la vida está antes que el cumplimiento de los deberes religiosos. De acuerdo con nuestra fe, sólo Dios puede disponer de la vida. De ahí la gravedad de leyes, admitidas por la sociedad e incluso por la Iglesia durante siglos, como la pena de muerte. Trabajar por su abolición y la defensa de la vida es un deber sagrado de los creyentes de Jesucristo.
Pero Jesús va más lejos. Mucha gente no mata, pero desprestigia a los otros, ofendiendo, faltando al respeto, calumniando, insultando…Hay muchas maneras de destruir a una persona. Se puede hacer de forma física pero también con desprecios en la vida pública, familiar, laboral, académica…
Jesús afirma que quien sabe que alguien tiene quejas contra él, no debe ni acercarse al altar. A juicio de Jesús, lo que más contamina a la persona es dar motivo para que alguien tenga quejas justificadas contra él.