Una reflexión para cada día de Cuaresma: martes 17 de marzo
Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, si me ofende? ¿Hasta siete? – Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
“Por eso, el reino de los cielos se puede comparar a un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. Había comenzado a hacerlas, cuando le llevaron a uno que le debía muchos millones. Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, a fin de saldar la deuda. El funcionario cayó de rodillas delante del rey, rogándole: ‘Señor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ El rey tuvo compasión de él, le perdonó la deuda y lo dejó ir en libertad.
“Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y lo ahogaba, diciendo: ‘¡Págame lo que me debes!’ El compañero se echó a sus pies, rogándole: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ Pero el otro no quiso, sino que le hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Esto disgustó mucho a los demás compañeros, que fueron a contar al rey todo lo sucedido. El rey entonces le mandó llamar y le dijo: ‘¡Malvado!, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues también tú debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti.’ Tanto se indignó el rey, que ordenó castigarle hasta que pagara toda la deuda.”
Jesús añadió: Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano. (Mt 18,21-35)
“Setenta veces siete”… ¿cuántas veces habremos escuchado esta expresión de Jesús en el Evangelio hablando con sus discípulos. Significa siempre, perdonar siempre al hermano, porque nuestra capacidad de perdonar viene directamente del amor infinito que Dios pone en nuestro interior. Sólo desde ahí podemos ser capaces de perdonar… y de sentirnos perdonados, en ocasiones, sabiendo tomar de este amor para perdonarnos a nosotros mismos.
La parábola nos habla de lo único que puede separarnos del perdón de Dios: nuestra falta de compasión con el hermano. Si no somos capaces de abrir nuestro corazón al hermano, nuestro corazón será incapaz de sentir, de recibir el Perdón gratuito de Dios: le hemos cerrado las puertas nosotros. Dios lo ha concedido, “setenta veces siete”, pero nosotros podemos cerrarnos a sentirlo.
¡Y es tanta la diferencia entre lo que nos ama Dios y nos entrega (“diez mil talentos”, unas 160 toneladas de oro) y lo que nos pide que amemos y perdonemos al hermano (“cien denarios”, unos 30 gramos de oro)!
Una invitación de la Palabra clara hoy a abrirnos al Amor y al Perdón de Dios desde pasos sencillos de perdón y amor al hermano.