Una reflexión para cada día de Cuaresma: martes 31 de marzo

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Dijo Jesús a los fariseos: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros». Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?»

Y él continuaba: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados».

Ellos le decían: «¿Quién eres tú?» Jesús les contestó: «Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo.

Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de Él».

Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada». Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él. (Jn 8, 21-30)

Los criterios de Jesús y lo que hacía se adecuaban a los criterios y a lo que hace Dios. Y eso es lo que los fariseos no entendían. Ni se enteraban de lo que allí estaba en juego. Se puede ser muy religioso y un estricto observan- te, y no tener ni idea de lo que Dios piensa, quiere y hace.

Lo que Dios le dijo a Moisés, con la definición “Yo soy”, no se refiere para nada a la “esencia” de Dios, sino al “actuar” de Dios en la vida y en la historia de las personas.

Dios actúa en la historia liberando a los oprimidos y a los que sufren. Así es Dios. Y cuando Jesús se aplica a sí mismo la misma definición de Dios, lo que Jesús identifica es su conducta y su actuación con la conducta y la actuación del Dios que le definió a Moisés como el “Yo soy”.

Jesús estaba afirmando: “Yo soy y actúo como el Dios de Moisés”. ¿Cómo? Viendo el sufrimiento de los oprimidos y liberando a los que sufren. Y eso, exactamente eso, es lo que se manifestó “cuando levantaron al Hijo del Hombre” (Jn 8,28). Es decir, cuando lo cruci- ficaron. Jesús acabó así su vida porque unió su proyecto, su ideal y su destino a la desgracia de los que más sufren en este mundo tan injusto.

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