Una reflexión para cada día del Triduo: Sábado Santo 11 de abril
Te invitamos hoy a hacer una oración Puedes acompañar a María en su dolor, desde el silencio, desde la soledad, en su soledad… desde el fracaso, desde el desierto… Sobran las palabras, deja hablar al corazón
Mujer de pocas palabras y gran silencio sonoro. María, no dijo simplemente “sí”. Dijo ¡hágase!, porque su silencio, su confianza y su espera son activas. Al pie de la Cruz, en la entrada del sepulcro o llorando su dolor en privado, María, como también lo hizo Jesús, sigue diciendo en su interior a Dios, ¡hágase!. Sigue esperando, aún sin comprender, confiada en el plan de amor de Dios. No cierra el corazón. Mantiene la esperanza y el amor, a pesar de lo que la realidad parece decir.
La cruz es el momento de dejarse amar y de amar, aún con el alma rota en pedazos.
María permanece al pie de la cruz, paralizada por el dolor y movida por el Amor y la confianza en Dios. María nunca fue una mujer ingenua, era perfectamente consciente en todo momento de que el modo de vivir de Jesús, a la manera de Dios, podía traer consecuencias. María, acepta, desde la fe, abandonarse en Dios, permanecer al pie de la cruz. No es nada fácil, ¡nada fácil! sentirse amada en el dolor y vivir el dolor desde el amor.
Es esta forma de amar, en fidelidad inquebrantable, la que nos deja Dios en herencia.
Extraído de reflexiones de Salomé Arribacita (www.feadulta.com)