Una reflexión para cada día: Quinto miércoles de Pascua 13 de mayo 2020

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“Yo soy la verdadera vid y mi Padre el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca”. [Jn 15, 1-8]

“Esta es la condición divina de hijo, la condición a la que estoy llamado. El misterio de la redención consiste en que el Hijo de Dios se hizo carne para que todos los hijos perdidos pudieran llegar a ser hijos e hijas como lo es Jesús. Desde esta perspectiva, la historia del hijo pródigo adquiere una nueva dimensión. Jesús, el Amado del Padre, abandona la casa de su Padre para acabar con los pecados de los hijos caprichosos y devolverlos a casa. Pero hasta su marcha, permanece cerca del Padre, le obedece y ofrece curación a sus hermanos y hermanas resentidos. Así, por mí, Jesús se convierte en el hijo menor y en el hijo mayor para enseñarme cómo convertirme en el Padre. A través de Él, puedo volver a ser un verdadero hijo otra vez y , como verdadero hijo, puedo llegar a ser misericordioso como lo es nuestro Padre celestial”. [Henri J.M. Nouwen, “El regreso del Hijo Pródigo”]

Este libro es una joya que a mí me ayudó en el paso hacia mi fe adulta de un modo importante. A través de la pintura de Rembrandt y de este libro escrito a raíz de vislumbrarla repetidamente, se resume la característica más importante del Dios en que creemos: su Misericordia. Ahora que tenemos tan reciente un Año Jubilar dedicado a recordarlo, es labor nuestra creerlo y experimentarlo. Saber que el Padre nunca secansa de esperarnos, de perdonarnos… pero ¿queremos de verdad nosotros encontrarnos con Él? A su vez, el libro nos ayuda a ver que en verdad todos tenemos un poco de hijo menor rebelde y que no necesita a su Padre y de hijo mayor rencoroso que no entiende su bondad infinita pero también tenemos un poco o un mucho de ese Padre generoso, que ama sin pedir cuentas… es a esa figura a la que tenemos que tender. (Cristina Sánchez – Comunidad del Perpetuo Socorro de Madrid, Cuaderno de Pascua 2017)

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