Una reflexión para cada día: Segundo viernes de Pascua 24 de abril 2020

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En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. […] Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». […] Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo. [Jn 6, 1-15]

Todos los días los padres de Tesorito salían a la puerta y le decían a su hija: “Tienes todo lo que necesitas: llevas dinero, comida, libros. No te falta nada; te hemos dado todo”. Así la despedían, sin decir más. La pobre Tesorito salía con cara de “felicidad fingida”, pero al encontrarse con Pedrito, se daban un abrazo y, entonces, lo que era malo, no parecía tan malo… Al llegar al colegio, los amigos le preguntaron a Pedrito por las palabras mágicas; pero Pedrito no quiso revelarlas. De modo que una mañana fueron a casa de Pedrito, esperaron escondidos, hasta que salieran Pedrito y su papá. Cuando salieron, prestaron mucha atención y escucharon las palabras mágicas. El papá mago le decía a Pedrito: “Hijo mío te quiero mucho… ¡Que tengas un día muy feliz!”. Hermann Rodríguez SJ, “cuento”

“Tengo todo para ser feliz y no lo soy”. Cuántas veces he escuchado esta frase e, incluso, alguna vez me la he planteado. Pero realmente, ¿qué es tener todo? Cuando leo este cuento, me recuerda lo importante que es el amor en nuestra vida. El amor de nuestra familia, amigos, conocidos y, sobretodo, ese amor incondicional del Padre, que en ocasiones pasa desapercibido. Un “padre mago” que sabe poner unas palabras de cariño, una sonrisa, un abrazo e incluso un “te quiero” cuando más lo necesitas. Que te manda mensajes a través de diferentes medios para decirte “¡que tengas un buen día!”. Y lo mejor de todo: somos conscientes y podemos ser mensajeros de ese amor. Es la mejor forma de encontrar la “ansiada felicidad”. (Testimonio de Rebeca Barchino – Comunidad de Granada, Cuaderno de Pascua 2017)

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