Una reflexión para cada día: Cuarto domingo de Pascua 3 de mayo 2020
Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muerto al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas. [Pe 2, 20-25]
“Si te pregunto algo sobre arte, me responderás con datos de todos los libros que se han escrito. Miguel Ángel, lo sabes todo (…). Pero tú no puedes decirme cómo huele la Capilla Sixtina. Nunca has estado allí y has contemplado ese hermoso techo. No lo has visto. (…) Si te pregunto por la guerra, probablemente citarás algo de Shakespeare (…). Pero no has estado en ninguna. Nunca has sostenido a tu mejor amigo entre tus brazos esperando ayuda mientras exhala su último suspiro. Si te pregunto por el amor, me citarás un soneto. Pero nunca has mirado a una mujer y te hassentido vulnerable (…). No sabes lo que significa perder a alguien. Porque sólo lo sabráscuando ames a alguien más que a ti mismo”.
Esta es una de esas escenas del cine que nunca se olvidan y la he querido rescatar para este fin. El mensaje que nos transmite es claro y directo: para llegar al conocimiento sobre cualquier aspecto de la vida no basta con la teoría, hay que experimentar, hay que vivirla.
Yo creo que en la Fe cristiana sucede algo similar. No me refiero a adquirir un conocimiento empírico de la misma, difícilmente alcanzable, sino a vivirla en plenitud. Para poder acercarnos a una fe plena no debemos limitarnos a leer o hablar sobre ella. No debemos caer en la equivocación -desde mi punto de vista- de vivir nuestra fe como algo estático, como algo que conocemos y a lo que nos hemos habituado. Yo creo que la fe es dinámica, tenemos que buscar experiencias de fe, tenemos que cuestionárnosla, tenemos que compartirla y llevarla a nuestra vida cotidiana. La fe no está para enmarcarla y acostumbrarnos a ella, sino que está para vivirla, para experimentarla. Ayúdanos a no caer en ello, Señor, a avanzar por la vida con una fe viva y comprometida. (Javier Roncales – Comunidad de Zaragoza, Cuaderno de Pascua 2017)