Una reflexión para cada día: Cuarto jueves de Pascua 7 de mayo 2020
Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: «El que compartía mi pan me ha traicionado.» Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. Os lo aseguro: El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado.» [Jn 13, 16-20]
Adiós- dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito, a fin de acordarse.
El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
El tiempo que perdí por mi rosa… -dijo el principito, a fin de acordarse.
Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…
Soy responsable de mi rosa… -repitió el principito, a fin de acordarse. [Antoine de Saint-Exupéry, “El Principito”]
El Principito es el único libro que me enseña algo nuevo cada vez que lo leo. Cada uno de nosotros somos para Dios lo que la rosa para el Principito, únicos, imposibles de confundir y olvidar, fuente de felicidad. Y mientras, nosotros nos empeñamos en buscar esa felicidad en el éxito, el dinero, la popularidad… cuando “lo esencial es invisible a los ojos”.
No es sino con el corazón la única manera de conocer el verdadero valor de las cosas, lo realmente esencial: la familia, la amistad, el amor. Y en la vida de un cristiano, lo esencial es Dios. Dedicarle nuestro tiempo a Él, que se hizo carne y murió por nosotros, es el mayor gesto de amor que podemos tener para con Él.
Señor, que nuestros ojos vean con el corazón. (Eugenia Pamplona – Comunidad de Zaragoza, Cuaderno de Pascua 2017)