Una reflexión para cada día: Cuarto martes de Pascua 5 de mayo 2020

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Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno». [Jn 10, 22-30]

Érase una vez una liebre muy orgullosa y vanidosa que se burlaba de la lentitud de una tortuga.

Un día la tortuga le dijo: «Puede que seas muy veloz amiga liebre, pero estoy segura de poder ganarte una carrera.»

La liebre, sorprendida, aceptó el reto sin pensarlo dos veces, ya que estaba segura de que ganaría.

Llegó el día de la carrera y con la señal de salida la tortuga no dejó de caminar y caminar a su lento paso. En cambio, la liebre, corrió muy rápido dejando atrás a la tortuga y a mitad de camino, confiada, decidió echarse una siesta. Cuando la liebre despertó miró hacia la meta donde la tortuga estaba muy cerca del final, y en un intento por alcanzarla, la tortuga llegó y ganó. (Esopo, “Fábula de la liebre y la tortuga”)

Conozco esta fábula desde muy pequeña y sin embargo, me sorprende cada vez que la leo. Cierta vez la relacioné con mi vida pensando en lo que sabía acerca de Dios.

Alguna vez me he encerrado en creer que ya lo sé todo, como la Liebre, orgullosa y vanidosa, subestimando a los que venían detrás de mi aprendiendo poco a poco, sabiendo que les queda un largo camino, como la tortuga.

Gracias a Dios me di cuenta que debo ser la Tortuga y no confiarme, que a Dios se llega y se le conoce sin prisa, pero sin pausa. Ojalá nunca creamos que lo sabemos todo y nunca

dejemos de construir nuestra fe ladrillo a ladrillo, paso a paso, a base de esfuerzo y constancia. (Paula Ramírez – Comunidad de Zaragoza, Cuaderno de Pascua 2017)

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