Una reflexión para cada día de Cuaresma: Domingo 1 de marzo

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Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».  Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».  Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”». Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».  De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras».  Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían. (Mt 4,1-11)

Comenzamos el tiempo de cuaresma recordando esos cuarenta días en los que Jesús ayunó en el desierto al comienzo de su vida pública. El texto sobre Jesús nos recuerda al pueblo de Israel, liberado de la esclavitud de Egipto, fue tentado en su peregrinación por el desierto camino de la tierra prometida.

La tentación de resolver una necesidad física urgente, como la de tomar alimento, no deja de ser una insinuación muy actual. Cuando tantas personas pasan hambre en el mundo y apremia solucionar numerosas emergencias sociales, la Iglesia, por no decir Dios mismo, ¿no tendrían que interesarse primero por lo urgente, dejando lo demás para después? Jesús da una respuesta, nosotros a partir de la realidad que vivimos ¿somos capaces de implicarnos a partir de nuestro compromiso como cristianos? Aquí está la respuesta que tenemos que dar cada uno de nosotros.

Jesús se enfrenta a la ambición del mando y autoridad que pervertiría su misión.

La cuestión que se plantea no es banal. La historia nos lo demuestra. Aquellos imperios montados sobre leyes injustas, imperialistas… al final desaparecen. Nosotros como cristianos, ¿favorecemos estructuras perversas o bien somos capaces de denunciarlas?. La fuerza del cristiano radica en su compromiso por la justicia a ejemplo de Jesús de Nazaret con la fuerza del Dios del amor.

En realidad, quien trata a Dios como si fuera un objeto que ha de ser sometido a experiencias de laboratorio, difícilmente podrá encontrarlo. Ante la arrogancia intelectual, la respuesta de Jesús es la humildad y la confianza en Dios que se muestra en las realidades que nos envuelven en el día a día.

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