Una reflexión para cada día de Cuaresma: domingo 5 de abril

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Marchaba por delante subiendo a Jerusalén. Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciendo: «Id a la aldea de enfrente y, entrando, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre; desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: ‘¿Por qué lo desatáis?’, diréis esto: ‘Porque el Señor lo necesita’». Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: «¿Por qué desatáis el pollino?» Ellos les contestaron: «Porque el Señor lo necesita.» Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Decían: «¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas». Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Respondió: «Os digo que si éstos callan, gritarán las piedras». (Mt 21, 1-11)

A las puertas de la semana grande para los cristianos nos paramos para vivir junto a Jesús y sus discípulos estos días complejos. Una gran fiesta, rodeado de gente que le aclama como Rey, como Salvador. La gente ha puesto en él expectativas. Lo que todavía no saben los que gritan y llevan palmas es que, en pocos días, estarán gritando ¡Crucificadle!

Nosotros seguimos a Jesús, intentamos vivir el Evangelio y muchas veces le cantamos, le alabamos… Y otras muchas veces, le dejamos de lado en los momentos más importantes. Pasamos de largo ante quién nos necesita, le damos más importancia a nuestros horarios y esquemas que a las necesidades de los que nos rodean. Los deseos de construir un mundo más justo y fraterno se disipan y perdemos fuerza.

Jesús nos enseña la importancia de la coherencia personal, que le lleva a entregar su vida hasta el final, abandonado, traicionado. ¿A cuántos en nuestra sociedad traicionamos, negándoles nuestra fraternidad, nuestro apoyo?

Jesús intuye cuales pueden ser las consecuen- cias de esa vida coherente, y sigue adelante. Que tu comodidad e imagen no te impida montarte en un burro y caminar hacia la entrega de tu vida en tu “aquí y ahora”.

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