Una reflexión para cada día de Cuaresma: jueves 9 de abril

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Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándolos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo». Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios». Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis». Jn 13, 1-15

Más que nunca se pide hoy una iglesia servidora. El Jueves Santo pone de manifiesto la radical igualdad de todos los seres humanos. Es desde el mismo plano como se puede sintonizar con la realidad de cada uno. Dios se parte y reparte para todos. El lavatorio de los pies, el compartir el pan son gestos que en un momento solemne como la víspera de su muerte deja Jesús como su testamento. Amor y servicio ese es nuestro programa y ahí nos reconocerán en que fortalecidos por el pan de vida damos también la nuestra por los demás.

Hoy nuestro servicio tiene unos destinatarios claros que son los que más lo necesitan. Ponernos a la misma altura de aquellos a quienes nadie mira, repartir el pan con los que no lo tienen. Experimentar que al acercarnos a los más necesitados nosotros somos evangelizados porque ahí reconocemos el rostro de Cristo que toma forma de migrante, de prisionero, de marginado, de persona sin cobijo y que el ponerse de su parte le va a costar la vida.

Pero el amor tiene ese tono de calor que nos hace salir de nosotros mismos: Al celebrar hoy la Pascua de Señor, al acompañarle en su presencia eucarística dejémonos tocar por su amor.

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