Una reflexión para cada día de Cuaresma: sábado 21 de marzo
Algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: “Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél, no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. (Lc 18, 9-14)
La parábola que nos presenta hoy el Evangelio es directa y sencilla. Presenta dos actitudes ante Dios y ante la religión y pide que nos posicionemos. Jesús, en su presentación de modelos, no condena al fariseo por hacer tantas cosas, muchas adecuadas, sino que la crítica va a su oración de confianza en su propia rectitud y de desprecio hacia los demás, mientras que el publicano se encomienda totalmente a la misericordia de Dios, hablando de su debilidad sin compararse. Uno está centrado en Dios; el otro está centrado en sí mismo.
Puede resultar útil usar la imaginación y “convertirnos” en cada personaje. ¿Cómo nos sentimos? ¿Cómodos o incómodos en sus ropajes? Hagamos el ejercicio de leer interiorizando cada una de las oraciones, ¿cómo me hacen sentir? ¿He rezado así en alguna ocasión? La experiencia nos dice que nadie es totalmente “Fariseo” o totalmente “Publicano”. Nuestra vida se mueve, en nuestra relación con Dios, entre uno y otro. La misma sociedad no nos lo pone fácil para vivir desde la debilidad, poniendo nuestra confianza total en el otro. Nos empuja continuamente al individualismo y a la autorrealización, con poco espacio para el otro, con poco espacio para Dios. Demos espacio al encuentro auténtico con los que nos aman, hablando y viviendo desde la humildad y la limitación.