Una reflexión para cada día de Cuaresma: sábado 28 de marzo

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Algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: «Éste es de verdad el profeta». Otros decían: «Éste es el Mesías». Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?» Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: «¿Por qué no lo habéis traído?» Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre». Los fariseos les replicaron: «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos». Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?» Ellos le replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas». Y se volvieron cada uno a su casa. (Jn 7,40-53)

El Evangelio nos presenta como los hombres se admiraban de las palabras de Jesús, pero pocos le conocían realmente. Necesitamos el regalo del don de la fe para poder conocer a Ntro. Señor. La fe es la puerta que nos hace entrar en la amistad con Cristo. Creer en Jesús es un inmenso regalo. La vida cambia, se ilumina, se transforma. La fe en Él, no se limita a un saber, conocimiento, no es un pensamiento, una idea, o una opinión que nos hacemos de Jesucristo. La fe es amistad con Él. La fe, si es verdadera, se hace vida. (Jesús Aguilar Mondéjar).

El Papa Benedicto desde su primera Encíclica ya nos resaltaba la importancia del encuentro personal con el Dios vivo: “¡Cuántos, también en nuestro tiempo, buscan a Dios, buscan a Jesús y a su Iglesia, buscan la misericordia divina, y esperan un ‘signo’ que toque su mente y su corazón! Jesús muerto y resucitado es el signo absolutamente suficiente. En Él podemos comprender la verdad de la vida y obtener la salvación. Por tanto, la fe cristiana no es ideología, sino encuentro personal con Cristo crucificado y resucitado. De esta experiencia surge un nuevo modo de pensar y de actuar: como testimonian los santos, nace una existencia marcada por el amor» (Benedicto XVI).

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