Una reflexión para cada día de Cuaresma: sábado 7 de marzo
También habéis oído que antes se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así! Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así! Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto. Mt 5,43-48
Jesús afirma que las relaciones humanas no se han de plantear y vivir mediante leyes o comportamientos de venganza, sino únicamente a partir de la misericordia, que quiere y busca siempre el bien del otro y lo mejor para los demás. Es un criterio que podría humanizar radicalmente la convivencia. Jesús propone a los cristianos la puesta en práctica de la igualdad total. De la misma manera que el Padre del cielo trata siempre igual a todos, lo mismo a buenos que a malos, lo mismo que a cristianos que a paganos, lo mismo que a puros que a los impuros, y así sucesivamente y sin límite alguno.
Jesús no quiere nuestras intolerancias, nuestros fanatismos, nuestra inagotable capacidad de despreciar, juzgar, rechazar, condenar. Las leyes son necesarias y hay que respetarlas, pero más importante y necesaria es la misericordia que acaba con todas las venganzas y todos los odios.