Una reflexión para cada día de Cuaresma: Viernes 28 de febrero

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¿Para qué ayunar si no hacéis caso?; ¿mortificaros, si tú no te fijas? Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores. Mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad. ¡No ayunéis como ahora haciendo oír en el cielo vuestras voces! ¿Es este el ayuno que el Señor desea para el día en que el hombre se mortifica?; mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso llamáis ayuno, día agradable al Señor?

El ayuno que yo quiero es este, oráculo del Señor: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos. Partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no encerrarte en ti mismo.

Entonces nacerá una luz como la aurora, enseguida te brotará la carne sana, te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá, gritarás y te dirá: Aquí estoy. Porque yo el Señor Dios soy misericordioso. (Is 58, 1-9a)

¿Para qué ayunar si hoy vas a seguir tan egoísta, buscando únicamente tu interés, tan indiferente a las necesidades de los demás? No lo digo yo, lo dice Isaías. ¿Qué sentido tiene nuestro ayuno? ¿Por qué ayunamos? Si nuestro ayuno no tiene contenido, una motivación de fondo, no sirve de nada privarnos de la comida… o sustituirla por otra. El Evangelio, en estos días iniciales de la Cuaresma, nos invita a pensar los motivos de nuestras prácticas cristianas. Para nosotros el ayuno que Dios quiere es que nos preocupemos por las personas que están sufriendo la marginación, la pobreza, el dolor… y necesitan a alguien que les ayude a salir de ahí y recobrar la esperanza.

Los fariseos también ayunaban muchas veces y no les sirvió de nada, porque era simplemente un rito, sin contenido. A nosotros nos puede pasar lo mismo: ante las palabras de este Evangelio y también ante otros llamamientos solidarios, gran parte de la gente permanece en la indiferencia, protegidos por una sordera en su conciencia que facilita su comodidad.

La globalización de la indiferencia de que nos previene el Papa Francisco. (Laudato si’ nº 52) Las excusas pueden llegar a expresarse, o quedan en el interior de cada uno, con pensamientos similares a estos: Con la que está cayendo aquí; ya tengo bastante con resolver mis problemas, ellos se lo han buscado, lo que tienen que hacer es ponerse a trabajar…

Nuestros hábitos de consumo cotidiano tienen un impacto mucho mayor del que pensamos sobre las condiciones de vida de millones de persona, sobre el planeta y sobre nosotros mismos. Si cambiamos esos hábitos que sea para mejor la vida de esas personas, directa e indirectamente. Por eso en la tradición de la Iglesia el ayuno va muy unido con la limosna, mejor, con la ayuda a los más desfavorecidos.

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