Una reflexión para cada día: Quinto domingo de Pascua 10 de mayo 2020

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En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:— «No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice:—«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: —«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice:—«Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le re- plica:—«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. [Jn 14, 1-12]

“Mack se concentraba en cambio en seguir el camino. Mientras rodeaba los árboles, vio por primera vez un magnífico huerto y jardín contenido de alguna manera en un solar de casi media hectárea. Por alguna razón, Mack esperaba un perfectamente manicurado y ordenado jardín inglés. ¡Este no era así!

Era un caos de color. Sus ojos trataron sin éxito de hallar algún orden en esta flagrante desconsideración de la certidumbre. Deslumbrantes racimos de flores reventaban entre manchones de hierbas y verduras sembradas al azar, Mack no había visto nunca vegetación parecida. Esto era inquietante, asombroso e increíblemente bello.

-Desde arriba esto es un fractal -dijo Sarayu sobre el hombro, con aire de placer.

-¿Un qué? -preguntó Mack distraído, su mente aún intentaba captar y controlar ese pandemónium visual y los desplazamientos de tonos y matices. Cada paso que daba cambiaban los patrones que por un instante él creía haber visto, y nada era como había sido.

-Un fractal… algo que se considera simple y ordenado pero que en realidad se compone de figuras repetidas, por más que se les magnifique. Un fractal es casi infinitamente complejo. Me gustan los fractales, así que los pongo por todas partes. -A mí me parece un desastre -susurró Mack por lo bajo.

Sarayu se detuvo y se volvió a él, glorioso el rostro:
-¡Mack! ¡Gracias! ¡Qué maravilloso cumplido! -Ella miró el jardín a su alrededor-. Exactamente eso es: un desastre. Pero -volteó hacia Mack y resplandeció- sigue siendo un fractal de todos modos.” [William P. Young, “La cabaña”]

En estos párrafos, Mack, el protagonista de La Cabaña, mantiene una conversación con el Espíritu Santo, representado en el personaje de Sarayu. Se encuentran en el jardín que éste cuida afanosamente. Mack encuentra las plantas realmente bellas, pero colocadas al azar, sin orden aparente. No obstante, Sarayu le advierte de que se trata de un fractal, una figura geométrica aparentemente irregular, que se repite a diferentes escalas creando dibujos asombrosos. Y ahí está la clave. La perspectiva de Mack es tal que sólo es capaz de ver los colores, quedándose en lo desordenado. Sin embargo, la visión de Dios está en otra escala, en aquella en la que se ve la belleza ordenada del fractal. A veces pensamos que hay aspectos de nuestra vida que son caóticos, que Dios no puede estar presente en ellos… Pero no es así: aunque no lo podamos ver, nuestro camino forma parte de ese gran fractal diseñado por Dios para hacer de nuestra vida el jardín más bello. Confiemos en Él. (Irene de Orbe – Comunidad del Perpetuo Socorro de Madrid, Cuaderno de Pascua 2017)

 

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