Una reflexión para cada día: Segundo martes de Pascua 21 de abril 2020

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El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común.

Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía sa cada uno según lo que necesitaba.

José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa hijo de la consolación, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles. [Hch 4, 32-37]

Un padre estaba paseando con su hijo en las montañas. De pronto el niño tropezó y exclamó: “¡Aaaahhh!”, y, para su sorpresa, escuchó una voz en algún lado de la montaña diciendo:“¡Aaaahhh!”. El niño sintió curiosidad y empezó a gritar: “¿Quién eres?”. En respuesta escuchó: “¿Quién eres?”. Un poco molesto, exclamó: “¡Cobarde!”. Y en respuesta recibió: “¡Cobarde!”. El pequeño miró a su padre y le preguntó: “¿Qué está pasando?”. Su padre le sonrió y, pidiéndole que escuchara con atención, gritó: “¡Me encantas!”. La voz respondió: “¡Me encantas!”. El padre, gritando de nuevo, dijo: “¡Eres un campeón!”. Y la voz le contestó: “¡Eres un campeón!”. El padre explicó al niño: “La gente lo llama eco pero en realidad es lavida. Nos devuelve todo lo que decimos y hacemos”. Nuestras vidas no son accidentales. Son un reflejo de nuestras acciones. (Cuento anónimo, “La vida y el eco”)

En este curso en el que he empezado mi etapa universitaria, he visto claro que ha llegado el momento de comenzar a compartir todo aquello que tan generosamente otros me han regalado antes a mí. Durante años muchos jóvenes catequistas me han acompañado en el camino de mi formación espiritual y personal en el Santuario del Perpetuo Socorro de Granada. Siento, desde la confianza absoluta en la acción de Dios y desde la responsabilidad del mandato final de Jesús “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”, que es ahora el momento de llevar a cabo mi compromiso, sin caer en la tentación fácil del abandono y la huida, y de participar de forma activa siendo ejemplo y compañía para los más pequeños que comienzan su catequesis. Creo en el compromiso y en la necesidad de hacer cosas que ayuden a mejorar este mundo porque “quien no hace nada por cambiar este mundo no cree en otro mejor” (J. A. Pagola). Ojalá que mi compromiso con la comunidad Redentorista de Granada sirva para llenar de alegría y de fe la vida de tantos niños y niñas como antes otros lo hicieron conmigo.(Testimonio de Pablo García – Comunidad de Granada, Cuaderno de Pascua 2017)

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