Una reflexión para cada día: Tercer lunes de Pascua 27 de abril 2020

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Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar.

Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.

Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»

Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios».

Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».

Respondió Jesús: «La obra de Dios es Esta: que creáis en el que él ha enviado». [Jn 6, 22-29]

Un cargador de agua en la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo que llevaba sobre los hombros. Una de las vasijas tenía una grieta, mientras la otra era perfecta y entregaba el agua completa al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa. Cuando llegaba, la vasija rota sólo contenía la mitad del agua. Después de dos años habló al aguador la vasija agrietada: «Estoy avergonzada de mi misma y me quiero disculpar contigo.» “¿Por qué?” -preguntó el aguador. –“Porque debido a mis grietas, sólo obtienes la mitad del agua para elnegocio”. El aguador con gran compasión le dijo: «Cuando regresemos a la casa del patrón quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino”. Así lo hizo y el aguador dijo: “Siempre supe de tus grietas y quise obtener ventaja de ello, sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde tú vas y todos los días tú las has regado. Por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi maestro. Sin ser exactamente cómo eres, él no hubiera tenido esa belleza sobre su mesa.

A veces en la vida no nos paramos a pensar que en la debilidad de la persona está su éxito. Vivimos en un mundo consumista y queremos cambiar todo lo que está mal. Con este cuento pude descubrir que todos tenemos grietas y que para una cosa o para otra siempre servimos. Hay que darse cuenta de que todos, pero absolutamente todos tenemos defectos, pero también muchas virtudes. No debemos compararnos para lamentarnos, sino para mejorar lo que tenemos o lo que somos y sacarles partido a las adversidades. Un buen nivel de autoestima nos ayuda a afrontar todas estas situaciones y no caer en los derrotismos. Es entonces cuando podemos decir que hemos aprendido de la vida y que estamos preparados para hacer frente a las adversidades.

Señor, te pedimos para que aprendamos a aceptarnos unos a otros tal y como somos. (Testimonio de Yoli – Comunidad de Mérida, Cuaderno de Pascua 2017)

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